Identifican en Chile más de 150 diseños de arte rupestre de entre el año 2000 a.C y el 500 d.C

Desde hace cinco años, arqueólogos le han seguido la pista al arte rupestre en el valle del Limarí, en la zona centro-norte de Chile. Según los expertos, encontrar restos del lenguaje visual que usaban los habitantes de esta área de Latinoamérica ha sido complejo. Las pinturas están altamente deterioradas y no pueden ser identificadas a simple vista. Sin embargo, con la ayuda de tecnología digital, como cámaras fotográficas de alta resolución, tabletas y un software especializado, los investigadores detectaron la presencia de pinturas que estaban casi desaparecidas.

Los antropólogos encontraron más de 150 diseños en rocas, producidos por cazadores-recolectores que habitaron esa zona de la Región de Coquimbo, entre el 2000 a.C. y el 500 d.C. Se trata de un área geográfica ubicada a unos 400 kilómetros al norte de la capital chilena, Santiago, y al sur del árido desierto de Atacama.

Como parte del estudio, los expertos fotografiaron rocas del sector y luego trabajaron con esas imágenes en el software D-Stretch, el que permitió detectar en ellas colores difíciles de observar a ojo desnudo. “Este programa tiene algoritmos predefinidos para trabajar con arte rupestre”, dice Andrés Troncoso, arqueólogo del departamento de Antropología de la Universidad de Chile y líder de la investigación.

“Estas nuevas tecnologías están permitiendo dar cuenta de un universo de representaciones que se conocían mal porque el estado de conservación de estas pinturas es malo”, asegura Marcela Sepúlveda, arqueóloga del Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá, quien ha hecho estudios sobre arte rupestre más al norte de Chile.

Entre las imágenes captadas, los investigadores seleccionaron aquellas provenientes de piedras donde aún se notaba algún tipo de evidencia arqueológica, por ejemplo, pigmento. Además consideraron aquellos diseños que eran consistentes con el arte rupestre que ya se conocía en el área y que indudablemente habían sido producidos por el hombre.  

Las pinturas descubiertas corresponden principalmente a líneas, círculos y algunos cuadrados de colores variados. Se cree que los diferentes pigmentos fueron obtenidos gracias al uso de minerales presentes en la zona y que probablemente fueron combinados con algún tipo de grasa animal, aunque estudios futuros deberán determinar si eso es así.  

Tampoco hay claridad sobre las herramientas que utilizaron estas personas para elaborar las pinturas. Pudieron ser pinceles, los dedos de las manos o una combinación de ambas técnicas, explica Troncoso. Pero sí hay mayor certeza sobre el material que estos habitantes usaron en cada color: el rojo fue hecho con hematita, el verde con cobre, el amarillo con goethita y el negro con carbón.

“Tuvimos la suerte de que las pinturas negras fueron hechas con carbón”, dice Troncoso. Gracias a eso, los investigadores pudieron realizar análisis de radiocarbono para calcular la fecha de creación de estas pinturas de manera más exacta. “Si uno mira la literatura arqueológica a nivel global, hay muy pocas dataciones o fechados absolutos de arte rupestre”, explica el investigador sobre la importancia de este hallazgo.

Los artistas y su sentido de pertenencia

Los resultados del estudio, publicados en el Journal of Anthropological Archaeology, sugieren que las pinturas pertenecen a grupos distintos de habitantes prehispánicos en la zona del Limarí: aquellos del área costera y aquellos del área de la cordillera. Si bien el arte producido por ambas comunidades presenta similitudes—como la ausencia de figuras animales y humanas—los autores del estudio encontraron que la composición de los diseños y el uso de los colores es diferente en ambos grupos. “Abajo (en la costa) hay líneas paralelas que no están arriba (en la cordillera)”, ejemplifica Troncoso y agrega que los habitantes del sector de la cordillera ocupaban mayor variedad de colores.

Determinar el significado del arte rupestre es muy complejo. Sin embargo, el estudio sugiere que en este caso, las pinturas ayudaron a generar identidad y pertenencia al interior de las comunidades. “En definitiva yo marco cuáles son mis territorios y cuáles no son mis territorios”, explica Troncoso. “Es como decir: ‘todos los que ocupamos este territorio somos de un mismo grupo y pintamos de esta manera’”, enfatiza. En ello coincide el arqueólogo del Museo Arqueológico de la Serena, Marcos Biskupovic, quien no participó de este estudio, y quien dice que estas pinturas  “pueden marcar una identidad social particular”.

La necesidad de marcar el territorio, explican los expertos, habría surgido luego de transformaciones sociales que se vivieron en la zona, entre ellas el aumento de población.  “La gran cantidad de gente hizo necesario segmentar el uso del espacio y las unidades sociales”, explica Troncoso.

“Pareciera que esa es una interpretación muy válida al situar estas imágenes en un contexto particular de crecimiento poblacional”, agrega Sepúlveda y explica que en otras regiones de Chile se han visto procesos similares.

Detrás de estos hallazgos aún quedan preguntas pendientes, entre ellas, cómo evolucionó este arte rupestre durante 2.500 años y si hubo algún tipo de transformación social en estas comunidades de cazadores recolectores. También queda saber qué pasó en otros valles cercanos al área de estudio—que abarcó 115 km2— y hasta dónde llegaron estas comunidades y sus pinturas en áreas contiguas. “Al delinear esos aspectos podríamos delinear la realidad sociopolítica de estos cazadores recolectores”, afirma Troncoso.

Por ahora, las luces que ha entregado el descubrimiento de estas pinturas otorga valiosa información sobre el lenguaje visual usado por los habitantes prehispánicos en esta zona de Latinoamérica.  “Esta investigación ha permitido sistematizar una información que hasta ahora estaba muy dispersa y descubrir nuevos sitios que antes no se conocían”, enfatiza Sepúlveda.

Fuente: scientificamerican.com