El científico chiflado que creó cientos de drogas en casa (y se las daba a probar a su mujer)

Alexander Shulgin, nacido en 1925, fue un excéntrico doctor de la Universidad de Berkeley que se especializó en desarrollar pesticidas para la empresa Dow Chemical a lo largo de la década de 1960. También fue suyo uno de los primeros insecticidas biodegradables de la historia, el Zectran, que le reportó pingües beneficios.

Con aquella independencia económica, Shulgin decidió convertirse en un investigador alternativo, un mago de la química, así que transformó el cobertizo de su casa en un laboratorio y a su esposa en su principal conejillo de indias.

Todo empezó con una molécula

Un colega de Shulgin, allá por 1976, le dio a probar una molécula escasamente conocida que muy pocos sabían producir: la 3,4-metilenedioxi-N-metanfetamina, que había sido sintetizada por primera vez en 1912 en los laboratorios de la farmacéutica alemana Merck. Los pocos experimentos llevados a cabo con animales no habían ofrecido resultados relevantes, así que Shulgin ingirió el componente para probarlo consigo mismo.

Tras sufrir un viaje lisérgico alucinante, Shulgin se obsesionó con este componente y con la idea de encontrar muchos más que expandieran el cerebro humano. Shulgin llegó a publicar estudios sobre esta molécula apenas conocida en reputadas revistas como ‘Nature´ o ‘Journal of Organic Chemistry’, descifrándola y divulgándola en todo el mundo.

Pero eso sólo fue el principio. Sin el apoyo de nadie, en la soledad de su cobertizo, Shulgin sintetizó miles de componentes químicos, cientos de los cuales llegaron a ser psicoactivos.

Primero yo, y luego mi mujer

El modus operandi de Shulgin siempre era el mismo frente a la síntesis de un nuevo compuesto químico. A saber:

Primero lo pruebo yo.

Después se lo doy a mi esposa, Ann.

Lo dejo probar a mis amigos.

Distribuyo la fórmula química al público general a través de Erowid, mi página web.

La DEA (Administración para el Control de Drogas) le pisaba los talones, pero no podían hacer nada contra él básicamente por dos motivos: todo lo que sintetizaba era nuevo y no existía legislación al respecto, y además hizo públicos todos sus descubrimientos en una biblia psicodélica que llegó a formar parte de libros de texto académicos. Esta biblia química estaba formada por dos tomos de ochocientas páginas cada uno, y sus títulos no podían ser más sugerentes: ‘PiHKAL’ (acrónimo de ‘feniletilaminas que he tomado y me han gustado’) y ‘TiHKAL’ (acrónimo de ‘Triptaminas que he tomado y me han gustado’).

Además, Shulgin estableció cierta relación cordial con la DEA realizando seminarios de farmacología para los agentes, así como sirviendo en calidad de experto como testigo en juicios.

Entre las drogas que sintetizó Shulgin, como si dispusiera de la marmita de Astérix, hubo de todo: alucinógenos que dilatan el tiempo, antidepresivos, afrodisíacos, estimulantes, empatógenos, entactógenos, neurotoxinas y diversos alucinógenos táctiles. Uno de los más curiosos, por ejemplo, fue DIPT, un alucinógeno sólo para los oídos, es decir, que solo influía en el sistema auditivo.

El propio Shulgin explica así su experiencia con DIPT en ‘TiHKAL’: “Cambios notables en los sonidos escuchados. La voz de mi mujer tiene un tono bajo, como si estuviese resfriada, y siento una presión ligera en mis orejas, como si tuviese los oídos taponados, pero no los tengo. Las voces de la radio son todas graves, la música está desafinada. El piano suena como en un bar desastroso. El ring-ring del teléfono parece sonar debajo del agua. Un par de horas después, la música vuelve a sonar normal”.

MDMA

Con todo, a pesar de todas aquellas drogas concebidas en la jungla de matraces y tubos de ensayo que era el cobertizo de su casa, la sustancia por la que Shulgin alcanzó el estatus de estrella de las fiestas y ‘raves’ psicodélicas fue aquella primera molécula que había ingerido, la que le había inspirando precisamente para crear su laboratorio clandestino. La comprensión y difusión mundial el MDMA, popularmente conocido como éxtasis, convirtió a Shulgin en una especie de estrella del rock disfrazado de ‘mad doctor’ en las décadas de 1980 y 1990.

Irónicamente, en la actualidad no hemos aprendido mucho más sobre el MDMA debido a las restricciones que impuso la DEA en 1985. El Reino Unido también ilegalizó la MDMA en 1977. Sabemos que el consumo a largo plazo se asocia a efectos adversos, como neurotoxicidad y deterioro cognitivo, pero que también aporta beneficios terapeúticos moderados en ciertos trastornos mentales.

Y poco más, porque los trámites burocráticos, las licencias y el elevado coste económico que supone obtenerla para uso médico obstaculiza el desarrollo de estudios clínicos.

Quizá debería coger las riendas de la investigación un nuevo científico chiflado que, a lo Walter White, montase un laboratorio alternativo en una autocaravana.

Fuente: cienciaxplora.com